jueves, 19 de marzo de 2009



"El poder hegemónico y el problema de los feminicidios en Ciudad Juárez Chihuahua"

 


La hegemonía para Gramsci no es un sistema formal cerrado, absolutamente homogéneo y articulado, por el contrario, es un proceso que expresa la conciencia y los valores organizados prácticamente por significados específicos y dominantes en un proceso social vivido de manera contradictoria, incompleta y hasta muchas veces difusa. En una palabra, la hegemonía de un grupo social equivale a la cultura que ese grupo logró generalizar para otros segmentos sociales. La hegemonía es similar a la cultura pero es algo más que la misma  porque además incluye necesariamente una distribución específica de poder, jerarquía y de influencia. Como dirección política y cultural sobre los segmentos sociales "aliados" influidos por ella, la hegemonía también presupone violencia y coerción sobre los enemigos. No sólo es consenso. Por último, la hegemonía nunca se acepta de forma pasiva, está sujeta a la lucha, a la confrontación, a toda una serie de "tironeos". Por eso quien la ejerce debe todo el tiempo renovarla, recrearla, defenderla y modificarla, intentando neutralizar a su adversario incorporando sus reclamos pero desgajados de toda su peligrosidad.

La conclusión a la que llega Gramsci , visualizando las relaciones de fuerzas en su conjunto, es la siguiente: "Se puede decir por lo tanto que todos estos elementos son la manifestación concreta de las fluctuaciones de coyuntura del conjunto de las relaciones sociales de fuerza, en cuyo terreno tiene lugar el paso de éstas a relaciones política de fuerza para culminar en la relación militar decisiva".

Quizás lo anterior nos pueda parecer un poco lejano pensando que vivimos en pleno siglo XXI y en una sociedad occidental esto está alejado de nuestra realidad, pero es sorprendente darse cuenta de que no es así y de que es posible que esta situación esté más cerca de nosotros de lo que pensamos. México no es una excepción a esto, y podemos encontrar bastantes ejemplos de la presencia del poder hegemónico, en realidad si nos ponemos a reflexionar los hay en todos los ámbitos, pero sobre todo en el Gobierno.

Las problemáticas que podemos extraer para verlas desde un punto de vista más crítico y tomando en cuenta la existencia del poder hegemónico son muchas, pero la que en este artículo nos ocupa y preocupa es el de los asesinatos y desapariciones de mujeres en Ciudad Juárez, un tema que por momentos parece extinguirse, a pesar de seguir vigente porque sigue ocurriendo, pero que de pronto “está de moda”,  ya no digamos por las noticias que salen y las que no, sino porque es un tema que últimamente se ha llevado incluso a la pantalla grande como es la más reciente cinta titulada “El Traspatio” (The Backyard), esta y muchas más, así como distintos documentales como el controvertido “Señorita Extraviada”, por el cual expulsaron a su realizadora  han sido una forma más de darle voz y una presencia distinta a este gravísimo problema que pasa aquí, en México.

¿Y qué tiene que ver el poder hegemónico con los feminicidios de Juárez?, según muchos testimonios y muchas opiniones todo, todo lo que rodea esa infamia, desde la impunidad, la vigencia y los modus operandi de los asesinos están influenciados por los estragos de la corrupción y el poder hegemónico que están latentes en nuestro país. Sabemos que la distribución del poder se reparte entre unos cuantos, los que tienen influencia son pocos, y acaso esa palabra hasta utopía puede parecer. Nuestra cultura nos ha marcado que siempre va a haber alguien más arriba de nosotros, que los que ostentan el poder van a ser una minoría casi imperceptible entre los 110 millones de personas que conforman México.

Los intereses de esta minoría son los que tienen al país, por decirlo de alguna manera “atrapado en un limbo sin soluciones”, son esos intereses los que frenan la resolución de semejantes atrocidades, aunque haya gente bienintencionada, aunque haya autoridades que se esfuerzan por poner freno a todo esto, finalmente las mujeres que mueren no tienen representatividad porque para esa gente ellas no tiene rostro ni nombre y por desgracia son totalmente reemplazables.

Los cuerpos muestran huellas de una violencia sadista y aterradora: violación, maltrato, mutilación, torturas, estrangulamiento, robo. Asesinatos de características tan especiales y con tantos rasgos en común, que hacen improbable la tesis de que estos actos de violencia no tengan una estrecha conexión entre sí. Las investigaciones oficiales poco han aportado al esclarecimiento de los crímenes. Las pocas personas u organizaciones que se han atrevido a sumergirse en una trama intrincada de encubrimientos, corrupción y complicidades, han entrevisto una realidad de fondo que los dejaría perplejos, atemorizados y azorados: las conexiones siniestras del poder público y privado y sus nexos con el crimen organizado. Hasta la fecha, la mayoría de los casos sigue sin resolverse. La violencia continúa cobrando víctimas y aún sigue impune.

Según cifras oficiales, en Ciudad Juárez continúan desaparecidas 70 mujeres, y recientemente han desaparecido más en la ciudad de Chihuahua. Otras fuentes sitúan la cifra en 400 mujeres desaparecidas desde 1993. Sus familias temen lo peor, dado el alarmante número de mujeres a las que se ha hallado muertas días, e incluso años, después de su desaparición.

Las investigaciones llevadas a cabo por Amnistía Internacional revelan que en los últimos diez años han sido asesinadas alrededor de 370 mujeres, al menos 137 de las cuales fueron víctimas de agresión sexual antes de morir. Además hay 75 cadáveres que aún no han sido identificados, y se piensa que podrían ser de mujeres de cuya desaparición se tiene noticia, si bien es imposible confirmarlo debido a la manifiesta falta de investigaciones forenses adecuadas.

A muchas de estas mujeres las secuestraron, las mantuvieron cautivas durante varios días y las sometieron a humillaciones, a tortura y a las más espantosas formas de violencia sexual antes de su muerte,que en la mayoría de los casos se produjo por asfixia causada por estrangulamiento o como consecuencia de palizas. Los cadáveres han aparecido ocultos entre escombros o abandonados en zonas desiertas de los alrededores de la ciudad.

Un considerable número de mujeres desaparecidas o asesinadas trabajaban en maquiladoras, y también han sido blanco específico de los agresores las meseras, las estudiantes y las mujeres que trabajan en la economía informal. En definitiva, las víctimas eran mujeres jóvenes, sin ningún poder en la sociedad, con hijos que criar y de extracción humilde, cuya muerte no supone ningún costo político para las autoridades locales.

 

Si no tuviéramos la certeza de que desde hace diez años se hace muy poco o más bien casi nada para ponerle freno a los asesinatos y desapariciones de mujeres en Ciudad Juárez, podríamos quizás pensar que no es culpa de las autoridades, que en una extraña excepción, el Gobierno se las ha visto negras en un caso de índole tan delicada y que parece abarcar esferas de poder que no imaginamos, que han hecho lo posible pero que el problema se les ha ido de las manos. Extrañamente, no se ha hecho nada, a los casos se les prefiere dar carpetazo, dejarlos para después, ¿porqué?. Porque si las autoridades o personas influyentes no están involucradas no hacen nada. Ellos saben que la población clama justicia, que pedimos respuestas pero también están conscientes de el rol que juegan en nuestra sociedad, conocen nuestra cultura porque son parte de ella y la maneja a su antojo, se han ganado el poder y la hegemonía en distintos ámbitos, y nosotros poco hemos hecho para evitarlo, cabe preguntarnos si tenemos la voluntad de cambiar esto, si estamos dispuestos a permitir que nos humillen de esa manera porque eso es, una humillación a los principios que se suponen rigen nuestra Constitución, y los derechos que como seres humanos tenemos, yo como mujer exijo que se haga justicia, que se les dé su lugar a esas mujeres que luchan por una vida mejor, que terminan sus vidas de maneras infames, que son tratadas como si no valieran nada. Que el hecho de ser pobre y además mujer, no se convierta en un estigma en nuestra sociedad, en una carga, en un castigo, que se les proteja como seres vulnerables, eso es lo que deben hacer los pocos que tienen la influencia y el poder necesarios, otorgarles garantías y derechos para que este país pueda por lo menos dar un paso adelante.

 

 

http://www.amnesty.org/es/library/asset/AMR41/033/2003/es/de11370f-face-11dd-b531-99d31a1e99e4/amr410332003es.pdf